En Psicología del Embarazo y Primera Infancia, comprenderemos estos procesos como un continuo que implica una serie de cambios: físicos, psíquicos, hormonales, relacionales, entre otros; y que no está exento de temores y dificultades, lo que hace que sea un período muy desafiante, y para algunos, complejo de llevar. 

Por su parte, con el embarazo (o incluso desde antes) comienza la relación entre el bebé que está en camino y los padres o cuidadores principales, formando ciertas bases relacionales que podrán ser facilitadoras o no, del vínculo a formar luego del nacimiento. Es en la primera infancia (es decir, los primeros años de desarrollo: de 0 a 3 años de vida), en donde se forman patrones relacionales, se organiza el apego y ocurren diversos cambios significativos en el neurodesarrollo de los infantes. Por este motivo, la intervención temprana se considera fundamental al momento de pensar en el desarrollo y futuro de nuestros(as) niños(as).

Los patrones relacionales y el tipo de organización de apego que se formen en este período continuo influirán, en gran medida, no sólo en el tipo de vínculo con sus figuras significativas y formas de relacionarse con otros, sino también pueden ser fuertes predictores de la salud mental e incluso física, de la persona en desarrollo. 

De esta forma, es posible intervenir con los adultos en la forma de sobrellevar el proceso de gestación y primeros años de crianza, e intervenir tempranamente en el desarrollo del vínculo entre madre-padre y bebé, fomentando desde los inicios, cimientos para un apego seguro; y por lo tanto, para una sana salud emocional. 

De esta forma, en Psicología del embarazo y Primera Infancia comprenderemos la intervención en el embarazo y los primeros años de vida como una inversión; una especie de “cuenta corriente” que nos permite generar círculos virtuosos, tanto para los padres, como para el hijo/a en desarrollo.